MUESTRA DE LA OBRA

A continuación, puede leer aquí mismo en esta página, dos de los capítulos más destacados de la novela. El Capítulo Uno y el Capítulo Once.

También puede visionarlos y descargarlos (GRATIS) en el siguiente archivo PDF (aquí).

Aunque usted no se atreverá a descubrir su contenido…

Capítulo Uno

La sangre en el interior de mis venas tiene que estar a cien grados por lo menos ya que puedo sentir cómo mis glóbulos bullen violentamente, y es que este maldito coprófago con su discurso insolente y estólido verdaderamente me exaspera.

—Y estas son las opciones que tenéis cuando acabéis octavo. ¿Alguna pregunta futuros presidentes de Gobierno? Ja, ja —así acabó el infame bellaco este, su monserga de dos horas.

Yo tenía una, preguntarle en qué lupanar trabajaba su madre ya que como diría Voltaire, era un grandísimo enfant de putain. Disculpe mi vocabulario, además no es mi intención ofender a su “santa” madre que no la conozco de nada y seguro que es una bellísima persona, sin embargo no sé, porque para parir a esta excusa de ser humano, algo de ella tendrá.

Bueno, que solo es una expresión, mal sonante, aunque al fin y al cabo una expresión. Y además, las palabrotas solo son palabras grandes, de ahí el aumentativo (ota), y a mí personalmente me ofenden otras palabras que se pronuncian con mucha más frecuencia y que dejan a muchos indiferentes. Palabras como guerra, como genocidio, como hambruna, como maltrato, como violación, como violencia doméstica, como injusticia y muchos muchos comos más.

Creo que lo mejor es que le pida todas las disculpas por adelantado y así mantengo cierto ritmo contándole esta historia ya que creo que voy a incurrir bastante en lenguaje poco refinado por llamarle de alguna manera. Así que para que conste y ahora en adelante, mis más sinceras disculpas por mi uso carente de señorío y tacto de la lengua del señor que con su pluma nos regaló la joya que es «Don Quijote de la Mancha». Perla literaria que el mismísimo William Shakespeare hubiese dado hasta la mano con la que escribía por crear tal magnum opus,
del latín (obra maestra).

¿Qué curiosa es la historia, que parió el mismo siglo a dos de los autores literarios más influyentes de toda la historia de las letras verdad?

¿Por dónde iba?, ah sí, le hablaba del comeheces prepotente y arrogante, y no era una muy buena idea hacerle esa pregunta sobre dónde laboraba su “santísima” madre. Haberle hecho esa pregunta hubiese sido gracioso, por lo menos para mí, sin embargo no una buena idea, que aunque estamos en 1986, aún claramente quedan vestigios del antiguo régimen en cuanto a la cuestión del castigo corporal, y este mal nacido es un facha de mucho cuidado.

No se imagina las nauseas que me produce este soplagaitas deyecto con su bigotito de dictador frustrado, valiente bufón con menos gracia que un tumor maligno ha enviado el Ministerio de Educación y Ciencia para informarnos de las opciones que tendremos al acabar la EGB. ¿Opciones?, ¿Qué opciones? Opciones por los pelos ya que solo tenemos dos, o BUP o FP. Carne o pescado, pescado o carne, nada de marisco, ni jamón de bellota, ni queso de oveja, ni una buena mousse de chocolate. Pescado o carne, carne o pescado, pelado y mondado. ¡Qué sistema educativo más ridículo! Igualito que en Estados Unidos donde las opciones son extensísimas.

Por supuesto que sé que Olvera no es Madrid, ni Barcelona y por descontado no es Londres ni Nueva York. No es ni siquiera Sevilla ni Granada y claro que sé que no se puede comparar un pueblo de la sierra de Cádiz con menos de nueve mil habitantes con una gran capital, lo que ocurre es que yo no tengo la culpa de que mi padre haya tenido que mudarse digamos por “problemas personales” a este rincón en el cual Jesucristo perdió las alpargatas y donde el colegio que atiendo parece uno al que hubiese atendido Oliver Twist si no hubiese caído en las garras de Fagin. Si fuese por mí me quedaba en casa y me autoescolarizaba, sin embargo mi padre no quiere y hace que venga todos los días a este caldo de cultivo para borricos. ¡Qué se me está mutilado académicamente!

No me malinterprete y por favor que no se me ofendan mis queridos olveños y olveñas, Olvera es una localidad preciosa en donde el mayor atractivo es la calidad de su gente; aunque en mi humilde opinión sea un poco cerrada de mente aún. ¿Y de su aceite de oliva qué digo? Mi padre dice que sin duda es el mejor del mundo y que ya la quisieran para ellos Jaén y la Toscana. Yo diría que es uno de los municipios más bonitos de la provincia de Cádiz y sobre todo uno si no el más bonito de los Pueblos Blancos. Sin duda yo vendría todos los años de vacaciones; aunque en invierno eso si, en verano hace demasiado calor para mí, y cómo no, la temporada estival me gusta más pasarla en la costa gaditana en lugares como Conil, Los Caños de Meca y Zahara de los Atunes.

Volviendo al soplanucas, mide un metro y setenta y cinco centímetros, aunque calza zapatos marrones de gran punta y con tacones que le hacen subir al metro ochenta. Tiene unas manos enormes, sin embargo seguro que posee un micro pene (conduce un Mercedes-Benz W114 230 de 1976), todo queda dicho. Seguramente no me equivoco al afirmar que este individuo jamás podría haber actuado en una película al lado de Ginger Lynn. ¿Usted ya me entiende verdad? No, mejor mantengo mi boquita bien cerrada que solo tengo trece años recién cumplidos, y aunque mido un metro sesenta y cinco, y le saco cinco centímetros al segundo compañero más alto de la clase, aún no he pegado el último estirón. No, la boca mucho mejor bien cerradita, porque si este carnero me diese con la mano abierta, me desencajaría el hipotálamo seguro.

En otra ocasión con más tranquilidad le formularé una pregunta a mi manera.

La sirena de las doce que indica la hora del recreo no podría haber sonado en mejor momento, porque es que este cerdo incomestible la verdad es que me ha dado la mañana. Sin embargo, el reloj por el cual se guía el conserje para luego activar dicha sirena, está atrasado, ya que mi pequeño e inseparable reloj digital Casio plateado que siempre muestra la hora exacta, me dice que son las doce y un minuto.

Durante recreo mis compañeros de clase juegan al fútbol o al baloncesto o charlan entre si, coqueteando los chicos con las chicas y viceversa. Si no están preparados ni para pasar de curso, ¿Van a estar preparados para mantener una relación con lo que eso conlleva? A mí esas cosas del flirteo y de los rituales de apareamiento que al fin y al cabo es lo que son, no me interesan para nada. Si yo quisiera algo de eso iría al grano directamente como lo hacen los animales y no formaría el espectáculo que forman los humanos en tareas tales.

En cambio yo los recreos los paso en la parte de atrás del aula prefabricada que aún permanece en el fondo del patio del colegio y que tuvimos que utilizar a principios del curso pasado porque como siempre sucede, las obras para habilitar las aulas del edificio principal invariablemente las comienzan a finales de agosto, y en este caso claramente no las acabaron a tiempo. En la parte de atrás me siento en el pequeño escalón que tienen tanto la puerta delantera como la trasera, aunque yo por supuesto siempre me siento en el de la trasera para no estar descaradamente delante y en visión directa de los maestros.

Todos incluidos el director saben que yo estoy allí, lo que ocurre es que ninguno me dice nada porque mañana hace justo tres años y medio de cuando en el patio yo me leía la novela «Rayuela» del portentoso Julio Cortázar publicada en 1963, y cuatro de ellos incluido “Don” Alejandro, el “profesor” de lengua y novelista frustrado, se yuxtapusieron e intentaron todos rebatirme con “argumentos” irracionales e incongruentes que en la anterior novela de Cortázar que se publicó en 1960 y titulada «Los premios», este no hace una clara declaración de intenciones de lo que iba a ser su segunda incursión en el mundo de la novela. He dicho que intentaron rebatirme, porque cuando me llegó el turno de réplica, los dejé a todos intelectualmente hablando en pañales y en estado temporal de afasia.

Sé que la improvisada clase que les impartí en el patio no fue una grata experiencia para ellos ni una que quieran de nuevo repetir. Por eso a la hora del recreo no me molestan para nada. Bueno, ni a la hora del recreo ni a ninguna otra.

Pues eso, que siempre me siento en el escalón de la puerta trasera y me acomodo con mi termo de café negro, más concretamente de la variedad Kopi luwak que es carísimo y que a mi padre le envía desde Londres su amigo indonesio Suharto. Tampoco me falta nunca mi paquete de cigarrillos Fortuna. Hace ya dos años, tres meses y diecinueve días desde mi undécimo cumpleaños que es cuando empecé a fumar, tengo que dejar el tabaco pronto, sin embargo ahora no es buen momento. Como le decía, me siento en el escalón y leo algún libro con mis cascos firmemente puestos sobre mis orejas escuchando las palabras y los acordes de la discografía de John Lennon.

Voy a tener que cambiarle las pilas a mi Walkman Sony Profesional que mi padre me regaló por Reyes, ya que se le están empezando a acabar. Y es que «Nobody Told Me» («Nadie Me Lo Dijo») del álbum «Milk and Honey» («Leche y Miel») está comenzando a sonar como si la cantara Barry White en vez de John Lennon. Por esto mismo siempre llevo dos paquetes de repuesto allá adonde vaya mi Walkman. Luego por la tarde me pasaré por la ferretería de Eusebio para comprar otro paquete de Duracell y así reponer las utilizadas.

¡Eh! Que no soy un monstruo antisocial ni nada de eso, si alguien se me acercara y me hablase yo amablemente le contestaría. Lo que ocurre es que nunca lo hace nadie y es una situación que recíprocamente todos preferimos. Además no soy mucho de hablar, solo lo hago cuando es indispensable. Me gusta más escuchar lo que tienen que decir los demás. Yo prefiero comunicarme escribiendo como lo estoy haciendo ahora. A medida que vaya leyendo mi historia, podrá observar que soy muy de letras y muy de palabras. También podrá comprobar que lo soy menos de números y de ciencia. La verdadera ciencia son las letras.

Hace tres años, siete meses y once días, cuando yo solo llevaba menos de dos semanas en este bodrio del Miguel de Cervantes que llaman colegio público. Si Don Miguel levantara la cabeza y viese a que “institución educativa” le han puesto su nombre, se echaría las manos a la susodicha cabeza y volvería directamente a meterse de nuevo en la caja. Pues eso, que el veinticuatro de septiembre de 1982, Juan Díaz Santiago, un repetidor nato que tenía doce años y aún cursaba quinto de EGB, y que era una especie de matón escolar que tenía a todo el colegio atemorizado, quiso tocarme las narices al ser yo la última incorporación a la lista de alumnos de esta institución que siguen llamando colegio.

—«¿Po que etá ziempre lellendo y ecushando múzica cara culo? ¿Y ziempre con eze termo de mielda? Abe, trae pa ca er worma que yo lo bea» —exclamó Juan en su mejor castellano.

—Por favor Juan no lo hagas, seamos amigos, si lo haces, me vas a obligar a defenderme. Mejor podemos ser amigos y te dejaré que escuches el Walkman un ratito, lo que pasa es que es un regalo de mi padre y no quiere que se lo deje a nadie. Anda por favor Juan, no seas así y hazme caso —le contesté con voz mediadora.

Soy una persona pacifica que no me gusta la violencia gratuita, sin embargo el derecho penal contempla como legítima la defensa personal, cuestión que agradezco enormemente.

Cuando Juan Díaz Santiago de disponía a arrebatarme con violencia el Walkman de mis manos, en un milisegundo lo pase a mi mano derecha y con los dedos índice y pulgar de la izquierda, empecé a ejercer presión sobre la arteria carótida común del lado derecho de su cuello, restringiendo así el riego sanguíneo a su cerebro. Juan es de tez morena, aunque pronto empezó a empalidecer y a delirar. Antes de perder por completo la conciencia, es decir, cuando estaba en la fase pre-sincopal, a Juan le dio tiempo a responder a mi pregunta después de explicarle un par de cositas.

—Escúchame bien Juanito, si me escuchas bien parpadea dos veces  —lo hizo.

 —No me vas a molestar nunca más, de lo contrario le hare esto a todos y cada uno de los miembros de tu familia aunque aplicando más fuerza y durante más tiempo, resultando en lo que tu ya sabes. No le dirás absolutamente a nadie lo que te he hecho y solo te asegurarás de que nadie jamás me moleste. Contéstame solo con un si, si has entendido todo lo que te he dicho.

Reducí un poco la presión en su cuello y con una voz similar a la de Don Vito Corleone en la película «El Padrino», Juan dijo que si, es decir, que había entendido todo lo que yo le había dicho.

La obstrucción de esta arteria como técnica de defensa propia precisa poquísima fuerza, actúa casi de inmediato y es una de las más efectivas. En comparación con colapsar las vías respiratorias se necesita seis veces menos la cantidad de presión para obstruir la arteria carótida que para reducir la cantidad de oxígeno en el cerebro y consecuentemente se consigue la perdida de conocimiento seis veces más rápido. Y todo prácticamente sin dolor alguno. ¿No me dirá qué no soy buena persona verdad?

El incidente lo resolví bastante bien creo yo para ser la primera vez que ponía en práctica dicha técnica de judo. ¿Qué dónde la aprendí? Pues en uno de los muchos libros que leo durante recreo. No hace falta decir que Juan y yo ahora somos muy buenos amigos e incluso de vez en cuando viene a verme en el patio durante recreo y se fuma un cigarrito conmigo, viene muy de vez en cuando la verdad sea dicha.

Bueno de acuerdo no se ha dicho la verdad, evidentemente no somos muy buenos amigos ni nada que se le asemeje, y por descontado nunca jamás desde nuestra pequeña charla se me ha acercado.

Lo que si tengo claro es que yo no me voy a quedar en este país tercermundista en el cual claramente y en contra de lo que dice el todo poderoso y súper votadísimo gobierno “socialista” de Felipe (nombre se rey gilipuertas por cierto) González y de Alfonso Guerra (a la guerra lo mandaba yo), y que a mí, que estoy a la izquierda de Karl Marx, no me representa para nada. Lo que está clarísimo y contrariamente a lo que se manifiesta desde Moncloa, es que aún estamos en un proceso de transición. Proceso transitivo en el que González y Guerra están pasando de ser muertos de hambre en Sevilla a ser los líderes gubernamentales democráticamente elegidos por un pueblo de analfabetos de una república bananera que se llama España. O como a mí me gusta denominar a estos dos elementos, economistas de la verdad, «coitus ‘intercurruptus’» (curruptus por lo de corrupción), hermanos de la ‘Ndrangheta y ladrones de guante blanco internacionalmente conocidos, aunque ahora sin conciencia ni ideales. Estos son entre otros muchos más calificativos los que estos dos indeseables que dicen representar a la izquierda obrera española hacen que yo tenga que utilizar para describirlos. Yo me sé la historia de España y sobre todo la más reciente, y esta pantomima de gobierno que tenemos actualmente en este país no es por lo que tantos y tantas dieron su vida para conseguir luchando contra el antiguo régimen.

A mí lo que más gracia me hace es que muere Frasquito Franco, Jaimito de Andrade como quiso que se le conociera en la “película” de 1941 «Raza». De la humana seguro que no era. Pues que estira la pata el retaco cacique y nos encasquetan a los Borbones. ¿Qué han hecho los españoles para merecer esto? Yo creo que con una pequeña manifestación a las puertas de la Zarzuela y con unas cuantas pancartas donde se hubiese leído las palabras Luis XVI y La Bastilla, hubiesen bastado para que estos retrasados sifilíticos hubieran captado el mensaje. Y todo sin cortar ni una sola cabeza.

El vocablo conformismo se me viene a la mente, aunque siempre hay tiempo para lograr pasar de una monarquía a una república. Solo hay que querer echarse a la calle por motivos mucho más trascendentes que una procesión, una cabalgata, o para celebrar un titulo logrado por un equipo de fútbol. Que nunca se le olvide que el gobierno siempre ha de temer al pueblo soberano que es mayoría, y nunca al revés. Y ese miedo lo tendría que tener aún más una monarquía que le es sometida al pueblo sin que este sobre el asunto tenga ni voz ni voto.

Y para colmo a los españolitos les cuelan por la mismísima puerta de sus casas, a un nuevo partido político “democrático” llamado Alianza Popular. ¿Democrático?, si está formado en su mayoría por ex ministros franquistas. De nuevo como no podía ser de otra manera, los politiquillos quieren que se repita lo que en la educación, carne o pescado, PSOE o AP. ¡Señoras y señores de España!, que se puede también comer pasta o arroz y también verduras o hortalizas. No podía ser más cierto eso que dicen sobre una nación impasible merecerse a los dirigentes y a la oposición que tienen.

Menos mal que pronto marchare a Massachusetts, Estados Unidos con el billete de avión en una mano y el académico para enseñar en una universidad de la Ivy League (Liga Ivy) en la otra. Concretamente en Harvard, y es que a mi los nombres de Cambridge y Oxford ahora no me dicen nada, y eso que nací en Londres, Inglaterra y lo tendría mucho más fácil para atender una de estas universidades. A mí para nada me gusta lo fácil. El mero hecho de escuchar o leer esos dos nombres me causa asco, repugna y hasta ganas físicas de vomitar. Para mí son instituciones elevadas a la máxima potencia elitista, y representativas del esnobismo más repelente y retrograda. Aunque mi admirado Bertrand Russell, una especie de esnob para las causas de las masas, si que cursó estudios en Cambridge. Sin embargo antes de cruzar el charco, voy a disfrutar de mis meritorias vacaciones de verano.

—¿Si apenas está acabando la E.G.B y ya quiere ingresar en una universidad? ¿Y BUP, COU y la selectividad, qué? ¿Quién se cree qué es? —¿Esto pregunta usted? Permítame una corrección, usted ha dicho «ingresar» y yo dije enseñar, es decir, impartir clases, que es justamente lo que voy a hacer.

Todas sus preguntas quedarán contestadas a su debido tiempo, tenga paciencia mi querido lector.

Mire, voy a contarle algo ya que me cae bien por el mero hecho de leer mi historia, aunque yo tenía pensado hacerlo cronológicamente, bueno no pasa nada. ¿Está prestando atención verdad? ¿Verdad? ¿Entre usted y yo de acuerdo? ¿De acuerdo? Bien.

Con cinco años escribí mi primer libro, una novela semi ficcional de quinientas cuatro páginas que narra la infiltración, ruptura y desmantelamiento del Círculo de Bloomsbury por parte del MI5 (servicios secretos británicos). Desde entonces he escrito treinta y dos más contando este. Todas novelas de ficción o semi-ficción, la realidad se la dejo a los historiadores, sociólogos y psiquiatras que también tienen derecho a trabajar. Mis novelas tratan temáticas diversas como el poder fático, la orden de los iluminados, la masonería, el crimen organizado, las revoluciones pacifistas y cuestiones de esa índole, aunque el eslabón que mantiene unidas a todas mis novelas es el ser humano y su capacidad de acostumbramiento. Por si no lo sabía, el Círculo de Bloomsbury fue un  grupo de intelectuales británicos que sobresalieron en el terreno literario, social y artístico durante el primer tercio del siglo veinte.

Si se acaba de leer El amor el los tiempos del cólera y es el tipo de libro que suele leer, le aconsejo que vaya a buscar el recibo de mi libro si lo tiene, se acerque a la tienda en el cual fue comprado, y bien que se lo descambien por otro o que le devuelvan su dinero, ya que este no va a ser su clase de libro. Se lo aseguro.

Antes le he dicho que todas mis novelas son de ficción, todas menos esta. Esta es mi realidad, mi historia, mi verdad y antes de que la escriba un sociólogo al que hace ya tiempo se le secó la fuente del intelecto o un periodista que la última noticia que dio fue que mañana iba a amanecer, pues antes que lo hagan personas de ese rasero ya lo hago yo. Tenía meticulosamente planeado como se iba a publicar mi obra, al cumplir dieciséis años iba a tener ya escritos cincuenta y dos libros, y se iban a publicar como una especie de enciclopedia de la novela. Una por cada semana del año. Lo que ocurre es que ese proyecto lo he tenido que ralentizar momentáneamente por los eventos ocurridos y que irá descubriendo a medida que vaya leyendo mi libro. A causa de esos eventos, se me ha digamos, obligado a priorizar y por lo tanto a escribir casi a modo de diario semi-diferido, esta historia.

¿Qué cómo qué nací en Londres se pregunta? Pues la culpa la tiene uno sino el hijo de mala madre más grande que por infortunio ha dado este país, el malnacido y analmente parido de Francisco Franco Bahamonde, ya que el dieciocho de julio de 1936 capturó en Sania Ramel al Alto Comisario del Protectorado español de Marruecos, Arturo Álvarez-Buyila Godino, trasladándolo a Tetuán al día siguiente donde fue encarcelado. Como consecuencia también encarcelaron a cuatro de sus fieles, de los cuales tres eran oficiales de aviación y el cuarto su criado, Nicanor Ramírez Uribe, mi abuelo paterno.

El diecisiete de marzo de 1937, los cinco fueron fusilados en Ceuta. Mi abuelo simplemente era un criado que no entendía ni de república ni de alzamiento nacional ni de nada. El pobre casi no sabía leer ni escribir le contaba mi abuela a mi padre.

Una vez sabido que el maldito alzamiento se había materializado, mi abuela paterna y pronto viuda, Casilda López Rojas, junto con sus cuatro hijos pequeños, Rafael de cuatro años, Pablo de tres, Victoria de dos y Miguel (mi padre) de once meses, huyeron de Tetuán con la ayuda de la que también pronto se iba a convertir en viuda, la esposa del Alto Comisario Álvarez-Buyila, la señora Amparo Domínguez Cañada.

Primero fueron ayudados a entrar en Francia, en concreto lo hicieron a bordo de un buque con bandera egipcia que transportaba pescado y marisco de Marruecos a Toulon en el sur este de la república. Luego este sería degustado por los incultos paladares de la alta sociedad (o suciedad como digo yo) de la Provenza y costa azul francesa.

De Toulon son transportados por carretera hasta Calais en el la punta más norteña del país galo, y desde allí hasta Dover en el sur de Inglaterra por ferry. A la semana de producirse el encarcelamiento de mi abuelo, mi abuela junto a mis dos tíos, mi tía y mi padre, llegan a Londres a casa de la hermana de mi abuela que se había casado dos años antes con un Bobby (policía británico) que conoció en Gibraltar mientras trabajaba de limpiadora en la comisaría de policía de Irish Town del peñón.

Luego tuvo lugar el capítulo más cruento e inhumano de la más reciente historia española. La guerra civil. Guerra civil, he aquí el oxímoron más atroz que jamás se pueda pronunciar.

En Londres creció sin padre el mío, sobrevivió el Blitz (del alemán relámpago), es decir, los incesantes bombardeos de la Luftwaffe (fuerza aérea nazi) que padeció el Reino Unido y sobre todo su capital durante la Segunda Guerra Mundial. Concretamente entre el siete de septiembre de 1940 y el veintiuno de mayo de 1941. Uno de los ataques sostenidos fue llevado a cabo durante cincuenta y siete noches consecutivas.

¿Qué por qué sé esto y tantas otras cosas? ¿Qué por qué hablo cómo hablo y no cómo lo hace una persona típica de mi edad? Le pongo un ejemplo.

 —¿Viste ayer «Tocata» en la primera (tve1)? ¡Qué guay tío! ¿Viste al Cristian bailando breakdance? ¡Cómo molaba!

¿Ve qué grandioso vernáculo utilizan estos magníficos y elocuentísimos oradores de final de milenio? Jajajajajaja. No me malinterprete, son mis compañeros de clase y los tolero, sin embargo los tolero como se tolera a un familiar con discapacidad cognitiva, sabiendo de sus limitaciones intelectuales.

¿Qué por qué escucho de nuevo? Pues va a tener que leerse el siguiente capítulo (el Dos) de mi historia si quiere averiguarlo.

Capítulo Once

Buenos días mi amor —me dijo mi padre con voz apagada e intermitente.

Enseguida pude ver que tenía los ojos muy hinchados, entre abiertos y excesivamente enrojecidos.

—Buenos días papá, ¿Qué te ocurre? ¿Y mamá cómo está?

De repente, mi padre más que romper, estalló en llanto, y entre sollozos aniñados y un océano de lágrimas, pude descifrar lo que me estaba diciendo casi más leyéndole sus temblorosos labios que oyendo las trabadas palabras que rezumían de su boca.

Se acercó a mí, se agachó para ponerse a mi altura y me cogió las manos.

—Mamá se ha ido —me dijo como mejor pudo.

—¿Se ha ido adónde papá? ¿A otro hospital? —le pregunté.

—No mi vida, mamá ha estado muy enfermita estos días y no ha tenido las fuerzas suficientes para ponerse mejor y ha fallecido.

—¿Qué mamá ha muerto? —le pregunté con el llanto ya invadiendo mi semblante.

—¡Si mi vida, si! Lo siento mi amor, lo siento tanto.

La garganta se me secó de golpe como si me hubiesen a la fuerza introducido en la boca, un kilo de arena fina como la que había en la playa de la Victoria en Cádiz, y sentí como el oxígeno que regaba mis arterias, súbitamente se consumía. Mis piernas empezaron a flojear de forma brusca y cedieron como un castillo de naipes durante un vendaval, haciendo que me derrumbase de rodillas delante de mi padre.

Mi padre al verme en este estado también se hincó de rodillas sobre la moqueta y me abrazó con violencia, haciendo que el poco aire que había podido aspirar y que contenían en ese momento mis pulmones, se comprimiese, finalmente saliendo disparado como un perdigón de llorera por cuantos orificios pudo. Cuando logré al fin poder moverme, conseguí encontrar una postura que hizo que su abrazo no siguiese asfixiándome.

Los dos permanecimos durante lo que me pareció una eternidad abrazados y sollozando sin control. A mis espaldas incluso con el estridente espectáculo condoliente que mi padre y yo estábamos escenificando, podía oír a mis tíos de llorar y de consolarse abrazados.

La misa de mi madre será el sábado a las diez de la mañana en la iglesia de San José que está a cinco minutos en coche de mi casa, y la ceremonia de cremación tendrá lugar el mismo día a las dos de la tarde en el crematorio de Mortlake que está a cuatro kilómetros y medio de nuestra casa.

Hoy miércoles al igual que ayer y el lunes, no he ido al colegio. Son ya las cuatro de la tarde, y en mi casa faltan sillas para acomodar a todas las personas que desde esta mañana llevan viniendo para darnos su pésame, y para velar a mi madre que está en el salón junto al piano en su ataúd color caoba. También desde ayer a primera hora, el teléfono no ha parado de sonar, y para no volvernos todos locos, Alfonso, el marido de mi tía Victoria, ha tenido que instalar un teléfono sin timbre que indica mediante una luz roja que lo están llamando. El contestador automático casi echa humo y no da abasto, ya va por la tercera cinta de noventa minutos. Evidentemente tiene el volumen totalmente bajado. También han llegado numerosos telegramas, la mayoría provenientes del otro lado del Atlántico Norte. Las visitas y las llamadas son mayoritariamente de amigos y conocidos de mi padre, sobre todo clientes del restaurante que para ellos mi padre es como de la familia.

En una esquina del salón he podido ver que estaba el actor y director de cine Richard Attenborough que es muy buen amigo de mi padre y cliente fijo del restaurante ya que vive en Chelsea a la vuelta de la esquina de Goût de Victoire. También he podido ver por la casa a la actriz Julie Christie y supongo que hay muchas más del mundo del cine, del teatro y de la televisión que no reconozco, sobre todo no reconocería a mucha gente del mundillo de los rayos catódicos eso es seguro y habrá otras que simplemente no he visto, ya que he estado casi todo el día en mi habitación.

De los telegramas he podido leer seis o siete, siete para serle más exacta, y uno de ellos es de la mismísima gata Maggie, aunque ya hace años que se bajó del tejado de zinc. Si mi fiel lector si, ella, Elizabeth Taylor. Mi padre y Taylor entablaron amistad cuando este trabajaba en La Pyramide de la Tamise.

Yo sabía que la clientela de mi padre era bastante especial, de lo que no me había percatado hasta ahora, era que mi padre tuviese tanto status de celebridad dentro del cosmos de las celebridades y que la noticia del fallecimiento de mi madre repercutiría en varios continentes.

A las doce y media de la madrugada y después de haber dormido un par de horas, bajo mi padre para afrontar la noche junto con las veintitrés personas que estaban velando a mi madre. Yo aproveché la presencia de mi padre para retirarme a mi habitación y descansar un poco, no tenía sueño, yo nunca tengo sueño, lo que si sentía era cansancio, cansancio por tener alrededor a tanto falso e hipócrita, y por tener que decir muchas gracias cuando me decían que lo sentían, cuando en la realidad no lo hacían y probablemente cuando esas palabras salían de sus bocas estaban pensando en cosas como si tenían suficiente leche en casa o no y en minucias parecidas.

Al pasar por delante de la habitación de mis padres después de cepíllame los dientes y pasarme el hilo dental, quise ver sobresaliendo del más grande de los tres cajones de la mesita de noche de mi padre, lo que me parecía la esquina de un sobre marrón que no me era familiar. Me acerqué a la mesita y pude comprobar que mi visión no me había engañado. Me senté en la cama, abrí el último cajón de la mesita de noche y retiré el sobre que era del tamaño de un folio. En el sobre en su parte superior derecha e impreso con tinta negra y en caracteres medianos se podía leer Queen Mary’s Hospital (Roehampton) Roehampton Lane London SW15, y en todo el centro también impreso aunque con tinta roja y en letras mayúsculas grandes leían las palabras PRIVATE & CONFIDENTIAL (privado y confidencial).

El grosor del sobre era bastante amplio y dentro parecía haber bastante documentación. En la primera serie de hojas que aparecían en lo más alto del montón de folios que contenía el sobre, se encontraban cinco páginas grapadas, la primera hoja servía de portada y contenía la siguiente información:

Oficina del Juez Instructor de Su Majestad, Distrito de Wandsworth, Londres. Informe de Autopsia de Evelyn Brannigan.

Transcribirle palabra por palabra lo que dice toda la documentación es algo que no voy a hacer ya que la jerga médica en el cual esta escrito induciría al sueño incluso al individuo que más benzoilmetilecgonina hubiese esnifado, me refiero a cocaína.

Lo que si voy a hacer es contárselo en un lenguaje más accesible y así no privarle de saber como murió mi madre.

Según los informes médicos, mi madre inicialmente fue ingresada en el hospital con síntomas de trastornos gastrointestinales incluyendo; litiasis biliar, dolor abdominal, diarrea liquida y vómitos provocando deshidratación severa, hipotensión, taquicardia, hipoglucemia, homeostasis humana, ictericia, síndrome confusional agudo, convulsiones que hicieron que mi madre entrara en coma debido a un fallo hepático fulminante, resultando en insuficiencia renal aguda y experimentando episodios de encefalopatía hepática y coagulopatia severa provocando múltiples hemorragias internas y presión intracraneal, que a su vez le provocaron hemorragias intracraneales, pancreatitis y finalmente parada cardiorrespiratoria.

El informe de su autopsia revela que en su sistema se encontraron elevadas cantidades de anatoxina y falotoxina que principalmente atacaron a su hígado y que según el médico forense este presentaba señales de principios de cirrosis hepática debido al prolongado abuso del alcohol.

En su conclusión el informe de autopsia de mi madre manifiesta que su fallecimiento se debió a la ingesta masiva de amanita phalloides o como usted a lo mejor las conoce, oronjas verdes, un hongo extremadamente venenoso.

Usted habrá concluido después de yo resumirle el contenido de la autopsia y conocer exactamente como falleció mi madre, y siendo usted la buena persona que es, seguro que esa conclusión es que ni a su peor enemigo le desearía tal muerte. Evelyn murió como lo hizo el emperador romano Claudio, violentada gastronómicamente por un hongo con forma de falo.

Evelyn podría muy bien haberse envenenado ella solita; sin embargo este no fue el caso ya que ella aunque neófita en tareas micológicas, logró recolectar solo chantarelas que para nada son venenosas.

¿Qué cómo llegaron las oronjas verdes al metabolismo de Evelyn?

¡Por favor!

Usted bien sabe como fue y aunque de todas las maneras se lo voy a contar, no va a ser como respuesta a la pregunta sino como contenido de esta novela.

¿Recuerda que Evelyn para coger las setas pasó por debajo de la valla en el bosque verdad?

¿Y recuerda también que yo le dije que me quedé en el mismo sitio esperándola verdad?

Pues no le fui todo lo sincera que pudiese haber sido. Y por esto le pido las más sinceras disculpas. Cuando Evelyn se alejó entre los abedules, las hayas y los robles, yo hice lo mismo, sin embargo al otro lado de la valla. Sabía que no disponía de mucho tiempo, así que corriendo me dirigí a los abedules para con mucha suerte poder encontrar alguna oronja verde que hubiese sobrevivido al severo invierno que habíamos tenido y que ya parecía amainaba. En el suelo y casi tocando el tercer abedul que inspeccioné, ahí delante de mis pies aunque bastante pequeñas, se encontraban como esperándome, las cuatro amanita phalloides más bellas que se pudiesen imaginar. Me puse mis guantes finos de cuero marrón que llevaba en los bolsillos exteriores de mi chaleco, saqué del lateral derecho de mi bota izquierda una pequeña navaja niquelada que había cogido de uno de los cajones del mueble de herramientas que mi padre tenía en el garaje, y con mucho cuidado corté las oronjas por el tallo lo más pegado al suelo que pude. Las metí en una pequeña bolsa de plástico negra, de las que le daban a Evelyn en los grandes almacenes cuando compraba un artículo pequeño como un lápiz de labios o un bote de esmalte para las uñas o cualquier articulo cosmético pequeño, le saqué el aire, le hice un par de nudos y me la metí en el bolsillo interior izquierdo del chaleco. Me quité los guantes, me los volví a meter cada uno en su correspondiente bolsillo al igual que hice con la navaja en mi bota izquierda.

De nuevo corriendo volví al lugar adonde tenía que esperar a Evelyn, según mi reloj solo habían transcurridos seis minutos así que me sobraron cuatro para recobrar el aliento y actuar como si de ahí jamás me hubiese movido.

¿Recuerda usted cuando le dije que al día siguiente lunes cuando yo bajaba por las escaleras después de haberme duchado y preparado para la cena, sonó el teléfono y era una señora con voz acatarrada que decía ser de una empresa de ventanas de doble cristal y que preguntaba por Evelyn? ¿Lo recuerda verdad? Bien.

Lo que ocurre, es que aquí, como hacen los políticos, economice un “poco” con la verdad. La parte de que yo le dijese a mi madre de que al teléfono había una señora que preguntaba por ella si que es verdad, lo que no lo es tanto es que sonase, ya que lo único que verdaderamente hice fue descolgar el auricular del teléfono y soltarlo sobre la mesa.

Mientras Evelyn se dirigía a la otra punta de la casa para descubrir que al otro lado de la línea solo había una “señora” que decía bip bip bip bip, yo permanecí en la cocina durante veintisiete segundos que me parecieron eternos y en la cual pude observar que Evelyn ya tenía puesta al fuego esperando que se calentase la sartén para cocinarse su revuelto. Aproveché para rápidamente sacarme de mi bolsillo delantero derecho del pantalón del chándal que llevaba puesto, esta vez en un tarro de mermelada usado que yo había fregado anteriormente, las cuatro oronjas bien picaditas mezcladas con dos huevos batidos, sal y un poco de pimienta. Vacié el contenido del tarro en un plato sopero igual al que estaba utilizando Evelyn y en el cual tenía ya sus setas mezcladas con los huevos, eché el contenido de su plato al igual que el tarro en el cubo de la basura, tapándolo todo bien con papel de cocina, enjuagué el plato rápidamente debajo del grifo y lo introduje en el lavavajillas.

Cuando me senté a la mesa con mi padre, claramente no disponía de un pulsímetro; no obstante puedo asegurarle que mí frecuencia cardiaca superaba por lo menos las doscientas pulsaciones por minuto.

Al unírsenos Evelyn a la mesa, me comentó que cuando se puso el auricular del teléfono al oído no había nadie al otro lado. Como bien pude, ya que aún el corazón me latía como si del pericardio quisiese salir disparado, le contesté —Ah pues no sé mamá. ¡Qué divertido y emocionante es esto de los ajusticiamientos!

¿Sabe usted una cosa? Si a Evelyn ese día no se le hubiese pasado por la cabeza recolectar las setas, yo hubiese sacado la conversación. Por suerte no hizo falta ya que yo sabía que las iba a coger.

“Los Dioses” estaban de mi parte ese día en el bosque al reservarme esas cuatro maravillosas oronjas, ya que garantizaron que Evelyn ingiriese ocho veces más la cantidad mínima con la que una persona puede morir envenenada. De no haber sido así, a lo mejor se hubiese podido salvar con un trasplante de hígado. ¡Qué horror si así hubiese sido!

Usted dirá que lo planeé todo a la perfección y si es así le doy las gracias por estimar tanto mi habilidad, sin embargo no pude evitar que la visita al psicólogo se cancelase y más importantemente la visita de mi padre y mía a la librería. Bueno ya iremos otro día, que mi padre me debe veinte libros. Tendré que planificar mis futuros proyectos de ajusticiamiento con más minuciosidad, teniendo en cuenta fechas importantes. ¿No dicen que de los errores se aprende y que rectificar es de sabios?

¿Qué le pareció mi singular homenaje a la actriz estadounidense Natalie Wood cuando hizo de María en la película  de 1961 «West Side Story» y su amado Tony se muere en sus brazos después de que le disparasen por la espalda? Me refiero a mi actuación ante mi padre cuando me dijo que Evelyn había muerto.

Ayer jueves un par de detectives de la policía metropolitana de Londres vinieron a casa y durante veinte minutos estuvieron haciéndole algunas preguntas a mi padre. El les contó que Evelyn y yo fuimos al bosque a pasar el día y que allí cogió las setas. Conmigo solo hablaron durante cinco minutos y solo me hicieron tres preguntas. La primera fue qué cómo se llevaban mi padre y Evelyn, y la segunda si habían discutido últimamente. A las dos respondí con lágrimas en los ojos que se querían mucho y que jamás discutían. La tercera fue si estuvimos en contacto con alguna otra persona el día que fuimos al bosque. Mi repuesta a esta al igual que a las dos anteriores también fue sincera y les conteste que no.

Los detectives en vez de dedicar sus esfuerzos a cazar a verdaderos criminales, se quedaron en el vecindario haciéndole preguntas a algunos residentes de nuestra calle. No van a poder sonsacarles nada de interés para ellos, ya que nuestros vecinos adoran a mi padre y adoraban a Evelyn, sobre todo a mi padre que les pone un precio especial en el restaurante, y además como anteriormente le comenté, estas casas están hechas a la antigua usanza y el ruido de cualquier discusión es absorbido por las gruesas paredes.

Si hubiésemos sido ingleses, ya hubiesen estado los dos en un pub conectados intravenosamente a un grifo de cerveza y poniéndole fin a un “duro” día de trabajo. Cerdos racistas hijos de la Gran Bretaña.

Los dos maderos también se llegaron por el hospital donde trabajaba Evelyn, y allí  sus compañeros de trabajo les constataron que ciertamente fue ella y solo ella la que cogió las setas.

La evolución biológica de las especies (muchísimas gracias señor Darwin), ninguna para los teístas, ni para los creacionistas que dicen que el universo solo tiene seis mil años de antigüedad, ni para los que creen que Jesucristo es mágico. Pues eso, que la evolución biológica de las especies, ha querido que los humanos gocemos de pulgares opuestos que nos diferencia de las demás especies al poder llevar a cabo tareas que sin ellos sería imposible, dándonos un grado de inteligencia y de superioridad. En el caso de los anteriormente citados agentes gubernamentales, dos de sus combinados cuatro pulgares estaban insertados cada uno en el orificio anal del otro, amamantando ambos de los otros dos restantes.

El celador no me preocupa ni lo más mínimo, y tiene que estar el desgraciado más callado que una tumba ya que está doblemente aterrorizado. Por una parte teme a lo que le pueda hacer mi padre, y por otra que le asocien con la muerte de Evelyn.

Ya es viernes, y hoy tampoco he ido al colegio. No sé cómo se las estarán apañando sin mí. Me incorporo a las clases el lunes y les volveré a todos a la normalidad.

Le he pedido a mi padre y a todos los que aún quedan velándola, que me dejasen unos minutos a solas en el salón con Evelyn. Sigue estando tan guapa como siempre. El embalsamador ha realizado un magnifico trabajo con su rostro y la ha engalanado con su vestido negro favorito que mi padre le compró en octubre del año pasado cuando fueron al teatro St Martin’s en el londinense distrito de Camden a ver la obra «La Ratonera» de Agatha Christie. Ahora si que es clavada a la que fue esposa de Orson Welles y parece que en cualquier momento pudiese levantarse y empezar a entonar la canción «Put the Blame on Mame» («Échale la Culpa a Mame») de la película de 1946 «Gilda». Aunque al contrario de cuando en el filme Rita Hayworth lleva el vestido claro y ella misma canta la canción tocando la guitarra sentada en la mesa de ruleta del casino, es la voz de de la cantante Anita Kert Ellis la que realmente se oye cuando Hayworth luciendo el ya mítico vestido negro diseñado por el francés y diseñador de vestuario hollywoodiense Jean Louis Berthault, en la pista interpreta en playback la misma composición.

—¿Sabes Evelyn? Si mi padre me hubiera dejado, me hubiese gustado poder visitarte cuando estabas en el hospital. Me hubiera gustado visitarte para poder verte morir. Hubiese para mí sido algo muy especial.

—Evelyn, por tu maldita culpa yo no voy a poder cursar secundaria en la London Oratory; sin embargo tú tampoco vas a poder cursar tu cuadragésimo octavo cumpleaños en este planeta.

—¿Evelyn sabes que la noche en que papá te llevó a urgencias y me tuve que quedar a dormir en casa de Margaret, dormí como hacía mucho que no lo hacía?

—¿Sabes por qué Evelyn?

—¡Ay Evelyn no sabes nada!

—Dormí como un bebé porque sabía que te estabas muriendo y que pronto ibas a estar muerta.

—Nunca me quisiste, nunca quisiste a mi padre y nunca quisiste a esta familia, por eso nunca quisiste traerme un hermano o una hermana. Ni siquiera nunca me dejaste que tuviese un perro de raza grande como Max. Solo te quisiste a ti misma.

—Evelyn sé que sin informar a mi padre abortaste en dos ocasiones, te descubrí en tu cajón de la ropa interior los antibióticos y las vitaminas que te recetó el médico, y te tomaste unos días libres para reposar, achacando que estabas agotada debido a demasiada carga en el trabajo y como consecuencia que te dolía mucho la espalda para así poder justificar que no levantases nada de peso en casa.

—Evelyn, si te pasabas la mayor parte del tiempo sentada en tu despacho. Y durante estos periodos noté que bebías agua como si se fuese a pasar de moda y tú sobre el agua siempre decías que tu cuerpo ya era en más de un cincuenta por ciento agua y que no necesitabas más. También me di cuenta que durante este tiempo no te bañabas como a ti te gustaba hacer. Evelyn, que la policía sí que es tonta, sin embargo yo no.

Si en este momento solo estuviésemos en casa Evelyn y yo, me sentaría al piano y con todo el respeto para John, cantaría una versión burlesca de su canción «My Mummy’s Dead» («Mi Mami está Muerta»). ¡Jajajajajaja!

Canal de la Mancha arrástrame con ella si esta ceremonia de esparcimiento de cenizas dura un minuto más. No recuerdo un sábado más aburrido, llevo desde las diez de la mañana soportando misas y ceremonias, y son las cuatro menos cuarto de la tarde, está oscureciendo, ha empezado a lloviznar y aún estamos en el muelle de Brighton con un frio y un viento que pela, diciéndole adiós a esta mala víbora. Yo creía que mi padre con todas las desgracias que ha tenido que padecer desde niño, que era más fuerte. Mírelo, ahí sujetándose como puede a sus hermanos Rafael y Pablo, llorando como una ridícula magdalena. No haber tomado tan drástica decisión de salir huyendo como los cobardes y dejarlo todo, solo porque tu ego de hombre ha quedado tocado. Si te lo hubieses pensado mejor no estarías en esta situación. Fastídiame otra vez y con gusto me quedo también sin padre.

Cada vez comprendo más y mejor a Mark, comprendo como se sentiría cuando mató a Lennon y estoy empezando a entender que sus motivos le llevasen a acabar con el ex Beatle. Todo esto me está ayudando a escribir su biografía.

El único consuelo que tengo en este preciso momento es imaginarme que por las calles de esta ciudad hizo de las suyas Pinkie Brown, el personaje central de la novela de Graham Greene «Brighton Rock». No creo que cuando fallezca el señor Greene vaya a ser canonizado con demasiada urgencia. Él si que supo magistralmente retar al Vaticano con esta obra.

Yo siempre me hago la siguiente pregunta en referencia a la iglesia católica. Si el tamaño del tocado que llevan estos rufianes sobre sus distorsionadas cabecitas determina su jerarquía, ¿ellos creerán entonces que Dios es de Jalisco y viste un gran sombrero charro no?

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